(Deleznable)
(Por Dr. Alexis Jhonatan Morales)
Repasemos de memoria.

Todos mis alumnos de la cátedra de Artes Escénicas en la Escuela Mantovani saben que la música nació en los lejanos reductos del ágora ateniense como la más cabal manifestación corpórea del arte de las musas, y que no tardaría en tomar una posición de privilegio dentro de las seis fuentes de inspiración que reconocían los sabios helénicos.
Mucho tiempo ha transcurrido, y demasiado hemos escuchado desde entonces. Allá y acá, su finalidad ha sido siempre suscitar una experiencia estética en el oyente, expresando sentimientos, circunstancias, pensamientos o ideas.
Caudana no es un aprendiz en la materia, pero parece haber olvidado ese cardinal concepto.
Mal que nos pese a algunos, el artista lleva recorrido un extenso camino desde sus imberbes orígenes en el juvenil Matakos.
Entonces, nada de lo que a continuación se argumenta podrá atenuarse esgrimiendo inexperiencia. Ojalá eso pudiera ser cierto…
El pasado sábado 17 de mayo, el cantautor santafesino Mariano Caudana presentó por enésima vez su primer trabajo solista titulado “Sin vista al mar”.
Reconocido deudor de la obra del ignoto charrúa Fernando Cabrera y del comunista Rodríguez, Caudana siembra de alusiones pretendidamente intelectualoides su discurso pero paradójicamente reniega de su formación musical académica. Esa sólo una de las tantas contradicciones que surcan su obra...
Caudana perjura también contra sus orígenes, evitando deliberadamente continuar el camino allanado con maestría por cantautores de la talla de Orlando Vera Cruz y Miguel Angel Morelli. ¿Dónde han quedado las chacareras, los pasodobles y el resto de los ritmos de raíz rural?
“Sin vista al mar” se vuelve también una burda chanza, una ofensa innecesaria al reclamo legitimo de los hermanos bolivianos que por estos días negocian una medida que puede significar su relanzamiento nacional.
Todas estas provocaciones con las que el autor irá incomodándonos denotan su tardía rebeldía adolescente, y poco condicen con el proceder racional de alguien que a contraturno se alista como personal de las Fuerzas Armadas.
Deberemos reconocerle -nobleza obliga- un puñado de buenos versos, tales como “El escepticismo es un camino sin retorno, ancla en el cinismo como triste solución” o "sólo me resta esperar que te parezcas al tiempo en la virtud de olvidar". Ninguno de ellos conseguirán de amortizar los 10 pesos que vale

En las sombras de la escena lo acompañará imperturbable Mauro Bertotti, uno de esos tibios partenaires que le hacen a uno tener siempre presente al Art Garfunkel de “The Sound of Silence”. Por espacio de noventa minutos irán desfilando de a ráfagas el resto de sus invitados, quizás confiando que una aparición concisa no los hunda junto al capitán del navío. Ninguno podrá sacar a flote una barca que hace rato parece condenada al naufragio.
Esta realidad no parece afectar al lumpenaje presente, acostumbrado a abstraerse de tantas incongruencias perdiéndose en el interior de una botella de cerveza.
Afortunadamente, esto jamás podría burlar el refinado paladar de quién respalda su critica con décadas de incansable trabajo en el ámbito de la cultura y las artes escénicas.
Perdido ante una marea que por noventa minutos soplará irremediablemente a sotavento, Caudana se ahoga en las orillas.
(Fotos gentileza de Harry Benson, para Sin vista al mar producciones).