El 4 de Abril de 2007 el gremio docente ATEN planeaba una manifestación con corte de la Ruta Nacional Nº 22 incluido. Herederos directos de sus antecesores de Zapala (que tanto fastidiaron con sus reclamos al califa mufa en los noventa), los maestros neuquinos tenían un plan macabro: elucubraban sacar a las carreteras una petición que llevaba meses guardada dentro de las aulas. Pedían de paso cosas tan pornográficas como un sueldo que les permita llegar a fin de mes, y otras obscenidades menores.
Un asesino de apellido Sobisch (dueño y señor de buena parte de las estancias que le fueron expropiadas al cacique Patoruzú) ordenó impedir que se corten las rutas, invocando el derecho constitucional al libre tránsito del pueblo neuquino por encima de la defensa del derecho a la vida de todos y cada uno de los habitantes del pueblo neuquino. Y entonces, las tizas se mancharon.
“Mandé a asesinar a Fuentealba porque creí que era un piquetero, no sabía que era maestro…”, habrá argumentado, palabras más, palabras menos, el monarca de Sobischland.
Hordas de docentes, jubilados, prostitutas y abogados repudiaron su asesinato, pidieron el juicio político del verdugo y clamaron por el (merecido) regicidio. Las huelgas, movilizaciones y asambleas masivas se multiplicaron por centenares a lo largo y a lo ancho de la Argentina kirchnerista. No es un dato menor que por aquellos días el todavía gobernador de Neuquén asomaba como el único (¿peronista?) capaz de amenazar el mandato de la Reina Cristina.
Los legisladores del oficialista Movimiento Popular Neuquino auto-decretaron un asueto de 60 días, “para interpretar cabalmente lo que les dictaba el mandato popular”.
Cuando la Legislatura provincial reabrió sus puertas, el MPN aprovechó su mayoría absoluta en ambas Cámaras para abortar el pedido de juicio político lanzado desde la oposición. Extraña interpretación de la voluntad de una sociedad que había logrado sacudir las oxidadas estructuras provinciales.

Estaba 100% Preparado para sembrar de policías y gases lacrimógenos toda la Nación. El menemista Jorge Asís, el (ex) ingeniero textil Juan Carlos Blumberg y otras 284.161 personas lo escoltarían. En el nombre del hijo y de la ambición. Dios los crea, y el viento los amontona.
Con una ostentosa campaña de medios y un bombardeo panfletario que no se veía desde los años negros, había obtenido menos del 2% de los votos (perdiendo incluso holgadamente en su propio feudo).
Al momento de su muerte Carlos Fuentealba tenía 40 años y dos hijas adolescentes que ahora viven de una pensión provincial.
Hoy, el único procesado por su asesinato es el cabo José Darío Poblete, integrante del Grupo Especial de Operaciones Penitenciarias de la Policía de Neuquén y máximo responsable para la justicia local de un asesinato que hace doce meses levantaba al país.
Quizás como una (tardía) muestra de progresismo periodístico, o apenas producto de un desliz de los atareados censores, los Mitre publicaban hace exactamente un año el siguiente artículo:
Pegarle a un maestro (*)
Lo sabe un chico de cuatro años, de salita celeste, que ni siquiera sabe hablar correctamente.
Lo sabe un chico de seis años, que ni siquiera sabe escribir.
Lo sabe un chico de doce años, que desconoce todas las materias que le deparará el secundario.
Lo sabe un adolescente de diecisiete años, aunque sea la edad de las confusiones, la edad en la que nada se sabe con certeza.
Lo saben sus padres.
Lo saben sus abuelos.
Lo sabe el tutor o encargado.
Lo saben los que no tienen estudios completos.
Lo sabe el repetidor.
Lo sabe el de mala conducta.
Lo sabe el que falta siempre.
Lo sabe el rateado.
Lo sabe el bochado.
Lo sabe hasta un analfabeto.
No se le pega a un maestro.
No se le puede pegar a un maestro.
A los maestros no se les pega.
Lo sabe un chico de cuatro años, de seis, de doce, de diecisiete, lo saben los repetidores, los de mala conducta, los analfabetos, los bochados, sus padres, sus abuelos, cualquiera lo sabe, pero no lo saben algunos gobernadores.
Son unos burros.
No saben lo más primario.
Lo que saben es matar a un maestro.
Lo que saben es tirarles granadas de gas lacrimógeno. Lo que saben es golpearlos con un palo.
Lo que saben es dispararles balas de goma.
A los maestros.
A maestros.
Lo que no saben es que se puede discutir con un maestro.
Lo que no saben es que se puede estar en desacuerdo con lo que el maestro dice o hace.
Lo que no saben es que un maestro puede tener razón o no tenerla.
Pero no se le puede pegar a un maestro.
No se le pega a un maestro.
A los maestros no se les pega.
Y no lo saben porque son unos burros.
Y si no lo saben que lo aprendan.
Y si les cuesta aprenderlo que lo aprendan igual.
Y si no lo quieren aprender por las buenas, que lo aprendan por las malas.
Que se vuelvan a sus casas y escriban mil veces en sus cuadernos lo que todo el mundo sabe menos ellos, que lo repitan como loros hasta que se les grabe, se les fije en la cabeza, lo reciten de memoria y no se lo olviden por el resto de su vida; ellos y los que los sucedan, ellos y los demás gobernadores, los de ahora, los del año próximo y los sucesores de los sucesores, que aprendan lo que saben los chicos de cuatro años, de seis, de doce, los adolescentes de diecisiete, los rateados, los bochados, los analfabetos, los repetidores, los padres, los abuelos, los tutores o encargados, con o sin estudios completos:
Que no se le pega a un maestro.
No se le puede pegar a un maestro.
No debo Pegarle a un maestro.
A los maestros no se les pega.
Sepan, conozcan, interpreten, subrayen, comprendan, resalten, razonen, interioricen, incorporen, adquieran, retengan este concepto, aunque les cueste porque siempre están distraídos, presten atención y métanselo en la cabeza: los maestros son sagrados.
Por Mex Urtizberea
(Exclusivo para www.lacolumnadeignatius.blogspot.com)
Suyo,
שׁﺞﻆﺞ
Ignatius J. Reilly
Para querellas y otras acciones legales, los demandantes deberán dirigirse por la mañana al estudio jurídico del Dr. Rolando Barthes Mat. Nº 5632 (9 de julio 2873, Santa Fe).

1 comentario:
Que ando de a caballo, que tomo mucho mate, que soy un enemigo de la democracia, que me falta el comedero (q me lo comió la carie q trae la soja).
Pero no me como ninguna.
Era hora señora Presidenta, era hora abundantes acopiadores, era hora unitarios tataranietos del señor Mitre.
La fuerza q me sube al micrófono es tataranieta de los reclamos de Artigas, Ferré y López Jordán señoras y señores.
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